miércoles, 18 de noviembre de 2009

UN TRENECITO NOS HIZO VOLAR


Nuestra escuela está ubicada en la periferia de la ciudad, donde las familias tienen un nivel socioeconómico bajo, con un gran porcentaje de desintegración familiar por: divorcios, alcohol y en algunos casos hasta por drogas, la mayoría de las madres trabajan, por lo que difícilmente están al pendiente del aprovechamiento escolar de sus hijos. Hay muchos alumnos que llegan a estudiar aquí porque son rechazados por el turno matutino por diversas razones, causas por las que la mayoría de los niños le tienen poco aprecio al estudio.

La mayoría de nosotros laboramos en doble turno por lo que se nos hace más arduo trabajar por la tarde, pues llegamos cansados y con pocas ganas de laborar, y, aunque hacemos nuestro mejor esfuerzo por brindar una educación de calidad, no podemos negar que es desgastante llegar al turno vespertino después de haber laborado por la mañana y con poco tiempo para comer, sin haber tenido la oportunidad de ir a nuestra casa. Por éstas y otras razones evitamos tener comisiones que nos absorban más del tiempo destinado a las clases, como es la comisión de bibliotecario, ya que solo esperamos el toque para salir lo más rápido posible a nuestra casa para descansar de una larga jornada escolar, por eso nos da gusto cuando llega un maestro nuevo a nuestra escuela pues a él se le otorga el grupo más indisciplinado y con mayor rezago educativo; el grupo al que todos los maestros evitan y por supuesto ¡La comisión de bibliotecario! Misma que nadie quiere tener a su cargo, debido a esto, somos renuentes a implementar acciones sobre la lectura y aunque sabemos que los resultados de la prueba enlace nos ubica en un nivel bajo de comprensión lectora en nuestros alumnos, seguimos renuentes a crear alumnos que sean lectores autónomos, y cuando nuestro grupo entra a algún concurso de redacción y expresión literaria como es el caso de los símbolos patrios, nos damos cuenta de que sí sienten la necesidad de expresarse, pero no tienen la mas mínima idea de cómo hacerlo y, lo que es peor, ¡No somos capaces de brindarles herramientas para que puedan expresarse oralmente y por escrito! Y alegamos a nuestro favor que si les ayudamos, ya no es composición de ellos, haciendo a un lado nuestra responsabilidad, ya que si el niño no sabe expresarse, es por nuestra culpa, pero para nuestra comodidad existe el pretexto universal de los maestros mediocres: ¡Es que, el maestro de tal o cual grado no le enseñó! Como si la expresión oral o escrita, en todas sus facetas, sólo se enseñara en uno u otro grado.

Este año tenemos el gusto de tener un compañero nuevo, el cual nos quitará la carga de la dicha comisión ¡La de bibliotecario! Nosotros no sabíamos que su experiencia en bibliotecas casi era nula, que trabajó veintitantos años en la sierra tarahumara, en una escuelita bidocente a donde casi nunca llegaron los libros de texto, ¡Menos los libros del rincón! Por lo que él, nunca tuvo acceso a una biblioteca escolar, mucho menos a una de aula; él no sabía que estaba a punto de iniciar más que una experiencia, una odisea como encargado de la biblioteca, pues le sucedió lo que le sucede a todos los maestros nuevos en una escuela, quieren integrarse al colectivo y están de acuerdo a todo lo que dicen los demás y ese inicio, hoy lo cuenta como anécdota: “Por querer integrarme al colectivo siempre estaba de acuerdo a lo que todos decían, y me sucedió lo que le sucede a muchos maestros, ¡Me hice famoso! Pues decían:-- ¿Quién hace esto o aquello?— todos contestaban: -- el profe Machado-- --¿Quién picha la carne asada?-- -- El profe Machado--.
En cierta ocasión, en un acto cívico se les recomendó a los niños que no jugaran en los baños y para cerrar la plática se les preguntó: --Entonces… ¿Quién va a cuidar los baños?-- Y al unísono contestaron los niños: -- ¡el profe Machado! Allí comprendí que en verdad era famoso en toda la escuela”.

Ya en una reunión del Consejo Técnico de la escuela se nos repartieron las comisiones y la directora hizo la siguiente pregunta:-- ¿A quién ponemos de bibliotecario?—Todos contestamos muy jubilosos, sabiendo que cuando menos este año no nos iba a tocar esa comisión: --¡Al profe Machado!--. Él aceptó el reto pensando que era como cualquier otra comisión, aunque después se dio cuenta de que es la comisión a la que hay que dedicarle más tiempo e incluso la que lo enfrentaría directamente contra nosotros.

Como es de esperarse se le citó al profe Machado a una reunión de encargados de la biblioteca y hubo algo que le pareció increíble, pues la mayoría de los maestros fueron muy pesimistas al expresarse sobre el apoyo que sus compañeros maestros brindan a las actividades propuestas por el programa, que en algunos casos casi era nulo y en otros hasta se podía decir que estaban en contra de la lectura, situación que no se imaginaba existiera en nuestra escuela. Se les sugirió (según nos cuenta él) que empezaran por acomodar los libros basándose en las categorías, géneros, colores y niveles lectores (recuerden que él no sabía ni tenía el más mínimo conocimiento sobre esta forma de clasificar) pero pensó, ahorita nos van a dar algunas estrategias o algo escrito para iniciar nuestro trabajo, pero ¡No! ¡No había nada! , --y… ¿entonces?-- Dijo un maestro, --Empiecen con las acciones del año pasado-- dijo la asesora de la reunión. Él entre tímido y preocupado, pues no sabía nada de las acciones pasadas, pero necesitaba cuando menos una acción para ponerla en práctica en nuestra escuela le preguntó:-- Maestra ¿Cuál fue la actividad del año pasado que más le gustó?-- --¡La caja viajera!-- Le dijo y más que quedar complacido quedó con mil preguntas: --¿Qué es la caja viajera? ¿Qué función desempeña? ¿Cómo se logra con ella que los niños lean? Y lo más importante, ¿Cómo la pongo en práctica?--. Le sucedió algo parecido al cuento “Caperucita Roja” tal y como se lo contaron a Jorge, en donde el papá le cuenta “…Y Caperucita Roja cruza velozmente el bosque con la comida de su abuelita” imaginándose a una niña común y corriente, con una canastita que contiene la comida, pero Jorge se la imagina como una de las chicas súper poderosas, la cual cruza el bosque volando velozmente y con una pizza para su abuelita, pues muchas veces pensamos que la otra persona se va a imaginar lo mismo que nosotros al decir algo. Quiso preguntar acerca de las acciones de lectura, pero no lo hizo por temor a quedar ridiculizado por su ignorancia y se dijo a sí mismo, -- después le pregunto a alguien que sepa, al cabo ya vienen las vacaciones de navidad, ya en enero comienzo con las acciones, pues nos dijeron que en enero de seguro nos llegaba las 11 + 1 acciones-- y así fue.

Se nos hizo llegar el calendario anual, el profe Machado, inmediatamente las puso a nuestra disposición en una reunión realizada para tal motivo, todos aceptamos de buena gana las actividades pero a la hora de evaluarlas comprendió que, sí era cierto lo que se platicó en esa primera reunión con la asesora, pues una minoría las llevamos a cabo y quizás solamente para no quedar en evidencia, pues se nos dijo quese tomarían fotos para evaluar los resultados. Fue en ese momento cuando comprobó que sí existe una fuerte apatía hacia realizar actividades extras, alegando a nuestro favor que es demasiada carga y que el horario de clases no alcanza ni para realizar cabalmente los contenidos del programa.

Se hizo una nueva reunión y aunque la directora nos hizo ver que la lectura no es una actividad extra, sino una actividad implícita dentro de la enseñanza misma y que si nosotros logramos que nuestros alumnos sean lectores autónomos se nos facilitará el aprendizaje, pero ni con eso logró el apoyo de nosotros, pues cuando nos dimos cuenta de que teníamos que clasificar los libros, darle un espacio a la biblioteca, implementar estrategias de lectura, etc., casi todos nos enfadamos.

--¿Cuál es su función entonces?-- Preguntó un maestro,-- ¡Si nosotros somos los que vamos a hacer el trabajo!--, otro maestro dijo: --¡Usted está loco! ¡Cómo vamos a hacer todo eso! ¿De qué sirve que los niños lean libros si van a reprobar el año?-- y se salió del salón y otro le siguió y otros mas, solamente quedamos 3 maestros y la directora, quedamos un momento a la expectativa y el maestro bibliotecario, con la firme determinación de renunciar a su comisión, --¡No lo haga!- le dijo la directora, --¡Demuéstrese que no se deja vencer por algunos maestros inconformes!, Recuerde, en su camino siempre va a encontrar inconformidades y no va a estar cambiando su vida por ello ¿Verdad?, Además piense: ¿Quién hace popular y significativo al personaje protagónico de una novela o película?-- , --¡Pues el o los personajes antagónicos—le contestó, --Pues para que su trabajo sea comentado y admirado, necesita a ese tipo de personajes antagónicos,¿ no cree?--. Aunque desilusionado pero fortalecido por estas palabras, se fue a su grupo pensando en todo lo que pasó, pero con la firme determinación de no dejarse vencer.

Una tarde estando con el grupo, les hizo una pregunta a sus alumnos:-- ¿Cómo se imaginan una caja viajera?--, --¡Que viaja!--, dijo uno, --Que anda de un lugar a otro--, --Que tiene alas--,-- Que visita muchos lugares--, fueron muchas las respuestas, les hizo otra pregunta: --¿Y si tuviera libros?--,-- ¡Sería biblioteca!--, contestó un niño, después de un espacio de breves risas, --¿Qué harían ustedes con una caja viajera llena de libros?--,--Pues la llevaríamos en la hora de recreo a todas partes de la escuela--, --¿Para qué?--Los cuestionó de nuevo, --Pues para prestar los libros y que se pongan a leer--, dijo un niño entusiasmado. La razón principal de este cuestionamiento era para que ellos utilizaran la caja viajera según su idea, y aparte recuerden que él no sabía exactamente su uso y aún hoy, todos tenemos dudas sobre su uso y difusión.

Los alumnos, en la hora de recreo buscaban varios libros, los echaban en una caja y los promocionaban en la hora del recreo. Hubo otro grupo que hizo lo mismo, pero le puso unas alitas a su caja, al verla, los primeros quisieron que su caja se viera más bonita y forraron la caja como si fuera un gran regalo y así estuvieron varios días sacando la caja en la hora del recreo, actividad que para ellos era monótona, pues no los dejaba disfrutar de su recreo, hasta que en una ocasión un gran murmullo llamó su atención y al acercarse el maestro, observó que un niño traía una avalancha con la caja de libros arriba y atrás le pegaron una patineta y subieron en ella la otra caja, como si fuera un trailercito, por lo que esta actividad que antes parecía monótona, ahora estaba llena de vida, pues todos los niños querían jalar el trailercito, lleno de gusto por la risa de esos niños pensó, --si utilizamos sus intereses lúdicos en la promoción de la lectura, ganaremos la batalla--. Esta idea se discutió en el colectivo, y entre otras ideas y sugerencias se pensó en un trenecito.

Nos dimos a la tarea de idear un trenecito y pronto ya lo teníamos construido, le llamamos bibliotren, pero ahora el problema era como realizar las 11 + 1 acciones utilizándolo. Una maestra dijo: --Si hay que clasificar los libros, que los niños lo hagan en el trenecito--, -- ¿Se podrá?-- dijo otro,--Debe poderse--, comentó otro, y entre todos buscamos la solución, concluimos en que si pintábamos cada vagón con los colores y categorías clasificatorias, el niño lo iba a tener presente a la hora de utilizar el trenecito, y así fue, los niños buscan los libros y los acomodan en el trenecito y luego salían gustosos a pasearlos, a prestarlos, pero sobre todo a jugar.

En otra reunión un maestro comentó lo siguiente: --Los niños acomodan los libros, ¿Pero sabrán a qué género pertenece cada uno?, ¿Saben realmente qué tiene que ver cada color?-- Quedamos en silencio por un rato, pues no sabíamos la realidad de lo que se estaba comentando, el comentario de otro maestro nos sacó de esa incertidumbre al decir: --Yo ya había pensado en eso y la semana próxima, que el trenecito esté en mi salón, voy a poner en práctica la estrategia de los libros blindados-. Dicha estrategia consistía en promocionar libros cubiertos con una hoja en la cual se le pinta un candado, el niño que quiera un libro tiene que fijarse en el color del lugar donde está ubicado y decir de qué género es, pero dicho en lenguaje de los niños, de qué creen que se tratará el libro. Todos quedamos complacidos pues era muy buena idea, pero ¿saben qué?, no surtió el efecto esperado, casi nadie pidió libros.

Una tarde de esas veces que se pone uno a disfrutar de las golosinas durante el recreo y a cuidar de que no se peleen los niños, oímos a un niño decir: --¡Solamente que me pagaran, leería esos libros!--, --¡Qué buena idea!-- comentó un maestro --¡Vamos pagándoles!-- Estando de acuerdo se procedió a elaborar unos billetes lectores y a ponerlos detrás de cada libro, y en un acto cívico se les dijo que la escuela ya tenía un banco lector y que cada niño que leyera un libro se le pagaría uno, dos o varios pesos lectores, según lo dispusiera cada maestro, se les sugirió que guardaran sus billetes porque en una fecha próxima se iba a poner en venta cositas que les iban a encantar y solamente con esos billetes las iban a poder comprar. Esto era aplicable a los libros blindados del trenecito, que por sugerencia de un maestro se pagaban a mejor precio, a los libros de la biblioteca escolar y a los libros de la biblioteca de aula.

Todos querían ser los conductores del trenecito y ante tanta petición se pensó que si alguien quería serlo, tenía que hacer algo con relación a la lectura, como por ejemplo una lectura oral en un acto cívico, platicar el contenido de un cuento, escribir un texto relativo a un libro, etc., hasta que en cierta ocasión un niño de primero dijo: --Profe yo quiero traer el trenecito, pero no sé leer ni escribir, pero si quiere le canto una canción--, --Mejor cántame un cuento, le dijo, después de un momento, el niño cantó al estilo de la “Chimoltrufia” un pedazo del cuento de la cenicienta, de allí se nos vino a la mente la estrategia de lectura “Cántame un cuento y cuéntame una canción”.
Todas estas situaciones lograron un verdadero compromiso de todo el colectivo que incluso rebasaron las expectativas, pues las acciones de ahí en adelante se llevaron a cabo casi con el cien por ciento de los maestros, quienes mes con mes solo esperábamos se nos notificara qué actividades se realizarían e incluso se optó por quererle cambiar el nombre el de 11 + 1 por el de 3 + 1, que son tres acciones planteadas por el programa, mas una adicional propuesta por el colectivo, aunque no se le cambió el nombre, si se llevó a cabo, esto sirvió en gran manera, ya que trabajamos con más ganas con las actividades propuestas por uno mismo que con las ya especificadas, pues los maestros sentimos que son impuestas por eso existe cierto rechazo hacia ellas.

Una de las actividades llevadas a cabo y propuestas por el colectivo fue la de idear un lema que nos motivara durante el resto del año, llagamos al acuerdo de que el lema fuera: “APRENDER A LEER PARA APRENDER LEYENDO”, en esa misma reunión un maestro se expreso así: --Profe viera qué difícil es hacer que un niño lea-- y entre todos concluimos que gran parte de la culpa es nuestra, pues no les creamos una biblioteca accesible, ponemos muchas trabas, les decimos:--¡No desacomoden los libros!--, --¡Los van a ensuciar!--, --¡No, porque lo vas a perder!-- y en la mayoría de los casos utilizamos la biblioteca para tener calmados a los niños que ya terminaron su trabajo, o le damos el uso académico para cumplir con los objetivos y propósitos del programa, aquí es donde entra nuestra crueldad, pues dirigimos la lectura a un estado de conveniencia educativo, ya que la mayoría de las veces les decimos: --¡Van a leer un cuento y me van a traer un resumen, me van a decir cuáles son los personajes principales, cuáles son las ideas principales y cuáles son las ideas secundarias--.
De hecho todos tenemos muchas estrategias de lectura y formas de promocionar la misma, pero la mayoría de nosotros cometemos el error de no entender el propósito de los libros del rincón: “SON PARA LEER NO PARA ESTUDIAR” estamos olvidando que el niño: “Debe leer por placer, donde pueda hojear el libro de su preferencia, jugar con ellos, llevarlos a casa, reírse, detenerse encantados en las ilustraciones, leerlos en voz baja o en voz alta, tartamudeando, en silencio, sentados, acostados sobre el suelo, en el patio, junto a una ventana, con su mamá, su abuelo, con la maestra, en grupo o individualmente, pero sobre todo, que no les encarguemos tarea sobre lo que leyeron; más bien motivarlo, sin presionarlo, que nos comparta lo que leyó de la manera que él quiera, conversando, escribiendo, dibujando, etc.”, todos pensamos y concluimos que lo mejor es dejar en los niños un bonito recuerdo de los libros de nuestra biblioteca, para ello se implementó el círculo lector en donde los niños comparten un libro con los demás alrededor del trenecito, de la manera que ellos quieran, leyéndolo o platicando su contenido.

Sabíamos que necesitábamos aprovechar la situación ya que creció considerablemente la demanda de los préstamos de libros, pero queríamos que los padres estuvieran incluidos, para ello, una maestra sugirió: --¿Y si les pedimos a los papás por medio de sus hijos que elaboren carteles donde inviten a leer?— idea que nos pareció formidable y la cual se llevó a cabo, y pronto empezaron a llegar a la escuela carteles muy variados, mismos que se presentaban por medio del trenecito, se hacía un pequeño jurado de niños y entre todos escogían al mejor cartel promocional y el hijo del papá que lo hizo, era el encargado de llevar al trenecito por toda la escuela, varios días duró esta actividad hasta que una mamá elaboró un cartel muy significativo, pues se utilizó el logotipo y lema de telcel para promocionar la lectura, con esa idea se hicieron varios carteles utilizando logotipos y lemas de algunos productos y por medio del trenecito se pasearon dichos carteles. Ya con la tecnología dichos carteles se digitalizaron, se hicieron con ellos volantes, mismos que los niños repartieron entre sus compañeros y papás.

Como en las 11+1 acciones se sugería promocionar los libros de un autor y tener un contacto con él y tratando este punto un maestro dijo:--Yo quiero promocionar los libros de un autor en especial, bueno autora, los de Silvia Molina, pues me parece interesante su vida, ya que ella era disléxica, no le gustaba leer y sin embargo, fue muy buena escritora, y lo más importante cuenta las aventuras con los abuelos, ¿y qué niño no quiere a sus abuelos? Además creo que es una historia que puede interesar a los niños--. Todos quedamos de acuerdo y con esta idea en mente se hizo una máscara de Silvia Molina se le puso a una niña, quien promocionó su libro “Mi abuelita tiene ruedas” y contestó algunas preguntas de varios niños.

,Hablando de los abuelos un maestro dijo:--Pues si a los niños les gusta escuchar a los abuelos ahora que lo lean--, por lo que les encargó a los niños que escribieran las historias que les cuentan sus abuelos, y en una ocasión se promocionaron dichas historias en el trenecito, las cuales fueron muy leídas y disfrutadas, algo que nos llamó la atención, fue que el trenecito era guiado por un niño vestido de abuelito idea que se le ocurrió a dicho maestro, esto generó en nosotros la idea de utilizar al trenecito para promocionar libros de épocas históricas como libros revolucionarios o de la etapa de la independencia o de tiempos estacionales como son: navidad, día de las madres, día del niño, la primavera etc., pero todos con el guiador del trenecito vestido de acuerdo a los libros que va a promocionar, si es de navidad, vestido de Santa, si es de época revolucionaria, vestido de revolucionario, etc.,

Llevando a cabo estas estrategias en mayo, una mamá guió el trenecito exhibiendo las cartas que los niños habían escrito a sus mamás. Cuando las estaban escribiendo, un niño dijo: --¡Por qué siempre tenemos que escribirles nosotros a nuestras mamás!, ¿Por qué no nos escriben ellas?--, teniendo en mente este comentario se realizó un concurso titulado “Carta para mi hijo”, en donde la mamá escribió una carta a su hijo haciendo énfasis en los valores e invitándolos a leer libros de la biblioteca. Se recopilaron muy bonitas cartas y ante la necesidad de guardar las evidencias y sobre todo que estén al alcance de cualquiera, se guardaron en forma de libros a los que se les puso un color clasificatorio y un logotipo que no es nivel lector pero si es nivel escritor el cual dice “Niños en acción”.

En cierta ocasión en que los niños promocionan los libros a la comunidad, la cual consiste en llevar al trenecito por las calles aledañas a la escuela, los libros se prestan a quien los pide con la condición de que sea una persona responsable, se escriben los datos de la persona y la dirección y posteriormente se pasa a recoger dicho libro, o, la persona lo va y entrega a la escuela y puede pedir prestado otro. Una persona nos abordó y nos dijo: --¿Qué andan haciendo?--, --Prestando libros-- le contestó un niño, --¿Y para qué?--, --Pues para que lean--, --¡Muy buena idea!, saben yo soy maestra y en mi escuela no se hace nada a favor de la lectura, es más, no tenemos ni idea de lo que tenemos que hacer, cada maestro utiliza su biblioteca como se le ocurre.
Después nos dimos cuenta de que ellos no tienen ningún asesor acompañante y lo que es peor ni siquiera saben que pueden bajar las acciones de lectura del internet, nadie les ha dado esa indicación cuando menos.

Hasta aquí captamos que los niños y padres de familia si escriben, sólo falta pedirles que lo hagan, por lo que en el colectivo se sugirió que se realizara un concurso de lectura y escritura, algo parecido al Quijote, pero sin tantos requisitos, por lo que se involucró a toda la comunidad escolar en las acciones de lectura, al llevarse a cabo el PRIMER CONCURSO ESCOLAR DE LECTURA, el cual consistió en realizar la lectura de un libro y en base a ella crear diferentes tipos de textos como: cartas, historietas, acrósticos, poemas, un nuevo cuento a partir del que se leyó, etc. En este concurso se invitó a participar a los alumnos, padres de familia y maestros, con gusto les decimos, que como colectivo escolar nos llevamos una gran sorpresa pues casi todos los alumnos participaron, también hubo mucha participación de los padres de familia; en donde hubo desilusión fue en la categoría de maestros, pues solo hubo tres participaciones, por lo que se hace evidente que los problemas de participación en la lectura y escritura comienza con nosotros como maestros. Ante la vasta cantidad de buenos trabajos recibidos, solicitamos al Programa Regional de Lectura para que nos ayudaran a calificarlos.

Hubo otras actividades y estrategias de promoción y difusión de la lectura que llevamos a cabo ya con un colectivo integrado y participativo como son: el cofre del tesoro, la telaraña lectora, la mini-biblioteca, las tarjetas promoción, el heraldo lector, lotería lectora, escaleras sin serpientes, la televisión lectora, el títere lector, el audio libro, coronación del rey o reina lectora, la gaceta informativa “LOS NIÑOS Y LA LECTURA”.

Todas las actividades anteriores, junto con las propuestas en 11+1, lograron que los niños le agarraran gusto a la lectura y que pudieran escribir sus propios textos a partir de la lectura, las producciones de los niños se exponían en el periódico mural para deleite de todos ellos.

Lo más sobresaliente de escribir textos propios a partir de lecturas hechas, fue la participación de la escuela en el concurso “Don Quijote nos invita a leer”. Concursaron varios cuentos en donde resultó ganador el cuento de una niña de sexto grado cuyo nombre es Arianna Karely Machado Alcántar, mismo que representó a la escuela a nivel zona y sector ganando el primer lugar en ambos, y para orgullo de ella y de la escuela ganó el segundo lugar a nivel estatal y esto sirvió para que nosotros que inicialmente se mostrábamos pesimistas ante las acciones de lectura, ahora nos mostráramos muy entusiasmados por ese logro que significaba el pago justo y la satisfacción de haber transmitido el gusto por la lectura a esos alumnos deseosos por el saber y el conocimiento.
Para finalizar nuestro trabajo mostramos la conclusión con las palabras en boca del maestro bibliotecario: “Para mí, todos estos logros significan el orgullo de haber servido
como encargado de la biblioteca, el orgullo de haber logrado la integración de todos los maestros en esta obra tan loable, que es la de hacer niños lectores competentes, el orgullo de haber tenido una asesora tan efectiva, el orgullo de haber tenido una directora tan activa, el orgullo de haber tenido unos compañeros tan entregados a su trabajo, pero el mayor orgullo, es ser el feliz padre de esa niña ganadora, todo esto logrado por un trenecito el cual no estaba planeado elaborar, pero que no solamente nos llevó de paseo por bellos lugares que existen en el corazón de los niños sino que también nos enseñó a volar”.

P.D. y a Machado... lo mandò a volar
a España.

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